Imágenes a trasluz: Metáforas de la fecundidad

La consagración de la luz en 3 obras del artista ecuatoriano Miguel Betancourt: mutaciones cromáticas, transparencias múltiples y hermetismo poético.

“La metáfora es probablemente la potencia más fértil que el hombre posee.” José Ortega y Gasset

Por Betty Aguirre-Maier

Al observar la obra de Miguel Betancourt, su última muestra, comprendemos inmediatamente que su arte es un oficio fecundo, de largo tiempo, alimentado por el rigor y el talento. Imágenes a trasluz es el resultado del intenso y prolijo trabajo del maestro que ha logrado el efecto que tienen las grandes obras: llamar a la contemplación.

Aproximarnos a estas pinturas de extrema belleza y delicadeza es trascender el cotidiano recorrido de una galería. Cada imagen es una experiencia personal –y espiritual-, como lo menciona Betancourt: “Aspiro a que mi obra sea contemplada desde el territorio de la intimidad”.

De las trece piezas de mediano formato que constituyen esta colección, Entremares Magazine presenta tres de ellas, en un proceso de desplazamiento a través de la luz del día: “Esperando las olas”, “América y Europa” y “Retablo Quiteño”. Esta propuesta estética está inspirada en las experiencias del artista, entre otras, al contemplar los vitrales de catedrales góticas en varios lugares del mundo. Tanto aquellos vitrales como las obras de Betancourt fueron construidas como sitios sagrados, como un corpus sanctum , en los que cada individuo vive su propia e íntima experiencia. Como en los vitrales góticos, la luz que atraviesa el papel filtra el color y sus tonalidades e impregna el artefacto de una cualidad etérea que ilumina e intensifica los símbolos y sus formas,  llenando el espacio de un exquisito dramatismo y sensualidad y dando paso a la metáfora, como un medio esencial de intelección entre el artista y el espectador.

Miguel Betancourt en la ejecución de una obra en su estudio de Quito – Foto de FRANK SÁNCHEZ

En su ensayo “La deshumanización del arte”, José Ortega y Gasset describe la metáfora y sus posibilidades: “Sólo la metáfora nos facilita la evasión y crea entre las cosas reales arrecifes imaginarios, florecimiento de islas ingrávidas”. Este análisis nos ayuda en la comprensión de las preocupaciones y propuestas estéticas de Betancourt: su obsesión por evitar realidades, aparenciarlas, transfigurándolas. Pero sobre todo, el pintor quiere lograr que sus obras causen el mismo efecto místico que los vitrales  -como él lo explica-: “al provocar la concentración del devoto en el oficio divino y eliminar o reducir su preocupación por el mundo de fuera.”

Imágenes a trasluz son procesos fecundativos y alquímicos, que arrancan desde la búsqueda minuciosa de nuevos soportes que hagan posible la realización de estos poemas pictóricos. Entre ellos: el papel de fibra de arroz, similar a la seda, semejante a la piel humana. Sobre estas láminas puras y dispuestas, el artista aplica la acuarela con magistrales trazos caligráficos que evocan el noble y memorable arte de la caligrafía china. Estos trazos, firmes y potentes,  no son accidentales, son las formas estilizadas y estudiadas que han de otorgar de lirismo a cada pieza.

Con este bagaje de materiales, el maestro ensambla sus obras sobre armazones de metal que sostienen las dos láminas –diferentes pero parecidas- adosadas por el reverso y encapsuladas entre dos  hojas de vidrio. Ahora, lucen como piezas escultóricas que deberán esperar por la luz, por sus rayos y partículas, para consagrar sus múltiples posibilidades, transparencias y mutaciones.

Tres poemas

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Esperando las olas” es un canto a la voluptuosidad de un cuerpo que espera  ser besado por las olas, y fecundado por el mar. El rosado y el rojo de la carne, y el verdor de la exuberancia se unen al azul de un mar trepidante hecho de otros cuerpos o fantasmas. La luz hará lo suyo, nos sumergirá lentamente en ese mar y en ese cuerpo, metáfora de la pasión, del infinito deseo por poseer y ser poseídos.

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Europa y América” es una fusión que no termina de consolidarse, una metáfora del mestizaje irredimible. Europa trae consigo el refinamiento y la ambición, y fecunda a una América de belleza hermética e imperturbable. Rojos, azules, amarillos, reflejos de coronas, penachos, guerras, abrazan la pureza de un azul inquietante, de una piel desconocida. La mutación final de esta obra nos deja una mirada triste, confusa: dos mundos inseparables e irreconciliables.

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Retablo Quiteño” es una metáfora de la conquista: Dios y el oro; amarillos iridiscentes y azules sagrados, Virgen de Legarda, santos y querubines trabajados por manos indias bajo el orden divino. La belleza de esta pieza se desliza bajo los intensos rosas y rojos que filtran la luz, ¿Revelación de la sangre derramada?. La luz del mediodía traerá el resplandor y la opulencia del arte barroco; y, la tarde revelará en los intensos rojos el martirio, la esclavitud, las muertes que hicieron posibles el esplendor de los retablos quiteños.

Miguel BetancourtMIGUEL BETANCOURT (Quito, 1958).  El pintor ecuatoriano ha participado en más de 60 exhibiciones internacionales, entre ellas la XLV Bienal Internacional de Venecia. Recibió el Premio Pollock-Krasner en 1993. Se puede encontrar su obra en publicaciones como: Imágenes a Trasluz, Editorial Casa de la Cultura Ecuatoriana (Quito, 2014); The Public Catalogue Foundation, Oil Paintings in Public Ownwership (Londres, 2005); Nuevos Cien Artistas, Mundo Diners (Quito, 2001); 200 Años de Pintura Quiteña, Citymarket (Quito, 2007) y Betancourt, libro de Paradiso Editores (Quito, 1996). En 2008 fue comisionado por Luciano Benetton como coordinador del proyecto Ojo Latino (Milán 2008) sección Ecuador. Artículos sobre su obra han aparecido en revistas como Americas de la OEA (Washington DC) y Ecuador Infinito (Quito), entre otras.