La boca del sapo

Una selección de microrrelatos del escritor mexicano Mariano F. Wlathe.

La boca del sapo

Lo visité poco antes de que muriera. Nunca me agradó. No quise que se fuera sin habérselo dicho. Quise verlo a la cara una última vez y decirle quién era el responsable de todo su mal. Estaba desahuciado y sin poder hablar, apenas pudo hacer unos cuantos gestos. Memoricé cada uno de ellos: la furia con que intentó apretar sus dedos descoordinados y chuecos para formar un puño; su mirada llena de rabia e impotencia; la frustración en sus labios incapaces de insultar o, siquiera, escupirme; sus ojos llorosos llenos de cólera y miedo. Sentí lástima por él. Lástima y asco, la misma sensación que se tiene al matar una rata o un sapo. —¿Qué te ha hecho ese hombre? —Me quitó todo… yo necesitaba el dinero. A la compañía no le afectaba, sólo eran unos miles de pesos. Me acusó. Perdí el trabajo. Por poco me meten a la cárcel. Mi mujer no lo soportó, me dejó y se llevó a los niños. —Tú, ¿lo odias? —Sí, lo odio con todas mis fuerzas. —¿Qué deseas? —Deseo verlo sufrir, madrina. Quiero que sufra y se muera. Llegué a mi casa cargando la pequeña caja de cartón con respiraderos. La coloqué sobre la mesa. Mis piernas temblaban. La ansiedad que recorría mi espalda me provocó escalofríos. Sacudí mis brazos y corrí a la cocina por un vaso de agua. Traté de relajarme, encendí el televisor. Concursos. Una mujer trataba de adivinar la respuesta mientras un globo lleno de harina amenazaba con reventarse sobre su cabeza. Cuando el globo estalló me carcajeé histérico, feliz, y; sin embargo, miraba constantemente, lleno de angustia, la caja encima de la mesa. No podía dejar de pensar en el animal moribundo que contenía. —¿Estás seguro? —Sí, madrina. —¿Te parece justo? —Sí. Él me arrebató mi vida. Ahora yo quiero quitarle la suya. —Escribe su nombre. Escribí en tinta negra sobre un pequeño trozo de papel. Mi madrina se levantó de la mesa y fue a buscar algo en el cuarto de atrás. Esperé. Mi mirada se distrajo entre las velas negras y el terciopelo barato. Ella regresó con una caja de cartón color blanco llena de diminutos orificios. En el interior había un enorme y feo sapo. Ella tomó una aguja e hilo negro. Me pidió doblar el papel e introducirlo en la boca del anfibio. El animal se sacudió con fuerza. Lo sujeté. Ella rezó por mi causa, para que la muerte de mi enemigo llegara con la del sapo y, con el hilo negro, le cosió la boca.

Noé

Hijo, me preguntas si tengo fe en Dios. ¿Qué esperas que te diga? Aquí, atrapado en esta prisión de madera y agua, escuchando el desesperado arañar de las paredes y los gritos de auxilio de toda la humanidad. ¡Por supuesto que creo en Él! Trata de abrir la puerta y sentirás cómo su fuerza la cierra, trata de sujetar la mano de un niño que se ahoga y sentirás cómo pesa más que un elefante. No, no me mires así. Sé lo que piensas: que soy un cobarde, que debería mirar por la borda a todas esas familias, vecinos y amigos ahogarse para darme cuenta de que, tal vez, era mejor morir a quedar condenados a la endogamia y los caprichos divinos. Pero en el futuro nadie dirá eso. La historia nos reivindicará, porque escucha bien esto, hijo mío: la historia la escribiremos nosotros y nadie más.

Amanecida

—Despierta pequeña. —¿Qué hora es? —preguntó adormilada la niña. —Es tarde, tenemos que ir con tu papá. —Pero mi papá está muerto —respondió la niña aún envuelta entre las cobijas. —Por eso. La niña abrió los ojos, sintió una opresión en el pecho y comenzó a toser. Una densa niebla llenaba su cuarto. —Tranquila —dijo la voz, profunda y amigable, oculta entre la gris espesura de la bruma —, sigue mi voz. La niña se levantó desconfiada y caminó con los brazos extendidos hacia el frente tratando de hallar a quien le hablaba. A unos cuantos pasos, una lóbrega silueta se dibujó ante ella. —Toma mi mano —dijo la silueta, iluminada por un halo rojizo que se filtraba en la habitación, y extendió su larga y delgada mano. La pequeña, temblorosa, sujetó aquella mano fría y descarnada. —Pero mi mamá… se va a preocupar. Tengo que pedirle permiso. —Descuida —confortó a la niña mientras la guiaba entre el fuego que consumía la casa —, estoy segura de que ella también vendrá.

MarianoMariano F. Wlathe (México, 1986). Estudió Ciencias de la Comunicación en la Universidad Nacional Autónoma de México. Su trabajo narrativo ha sido incluido en revistas nacionales y extranjeras, y en las antologías: Visiones 2013 (AEFCFT, 2014), Alter libido 4 (Alevosía Multiformatos, 2013), Cuéntame un blues (La tinta del silencio, 2013), Antología de cuentos y obras para títeres sobre alebrijes Vol. II (Gobierno del Distrito Federal, 2013), Bosques (Fantasía, 2013), Penumbria Año I (Penumbria/KGB, 2013) y ¡Está vivo! (Difusión Cultural Saliva y Telaraña, 2012). En octubre de 2013 publicó su primer libro de microficciones: CALAVERA.

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