¿Dónde está la luz?

En un Ashram en la India, Mateo de los Ríos descubre el adolorido pero gratificante camino hacia la iluminación.

Por Mateo de los Ríos Vélez

Durante un espacio de tiempo en mi vida tuve la oportunidad de no hacer nada y explorar regiones para mí desconocidas. Para justificar esa vagancia y a la vez hacer mi anhelado viaje al interior, emprendí una paseo sin afanes. Un viaje para hacer conciencia del presente. Un viaje que aún no ha tenido tiquete de regreso. Los párrafos que siguen muestran algo de lo que viví en un Ashram en la India. Esto es solo un recuento; solo experimentándolo se puede entender de verdad.

4:30 a.m.

Está sonando la campana. ¿Qué hora es? Cuatro y media. ¡Qué sueño!

– “No te levantes, duerme un ratico más, ¿para qué vas a ir a sentarte en ese salón a meditar?, mejor acá calientico”.

– No, no, tengo que tener voluntad. Para eso vine a este Ashram. Para desarrollar el poder de la voluntad y aquietar mi mente.

– “No importa, duerme otro ratico, estás cansado”.

– Basta, me paro ya.

4:45 a.m.

Todo está oscuro. ¿Dónde está la luz?

Un poco de agua en la cara, en los ojos, me lavo los dientes y voy al inodoro. ¡Ah, el inodoro! Nunca pensé que no usar papel fuera tan cómodo…

5 a.m.

La segunda campana. Vámonos, apúrele. Como buen colombiano ahí voy tarde…

El salón de meditación es amplio, tiene techos altos y ventiladores. En el fondo, como simulando un altar, está la estatua del fundador del Ashram, un maestro yogi que ya abandonó esta realidad pasajera. Al igual que las representaciones de Buda, las figuras de los iluminados no son colocadas con el propósito de adorarlas, sino para tenerlos como ejemplo y pedirles que nos muestren el camino de la iluminación, el cual sólo puede ser andado por cada uno.

Al frente está el maestro y ha empezado a hablar. Ya recitó los tres “om” del principio y ahora está hablando sobre Yoga, el control de la mente y Dios. Ahora sí que estoy confundido. ¿Cómo así que doblarme como un contorsionista me va a ayudar a ver a Dios? ¿Y la mente qué tiene que ver ahí? ¿Cómo así que controlarla? Suficiente control al despertarme esta mañana, ¿qué más quiere?

Estoy sentado sobre estos cojines en el piso, en posición de loto, ojos cerrados y espalda recta, junto con otras 12 personas. Oigo al maestro decir «Yoga es un viaje al interior, una búsqueda de integración del cuerpo, los sentidos, la respiración, la mente, la inteligencia, la conciencia y el ser”.

¿Todo eso es Yoga? ¿Será que todas las chicas que hacen yoga con trusas apretadas en los gimnasios de Bogotá tienen todo tan integrado?

Ayer en el discurso nos explicaron que la mente está compuesta por tres actores. Uno es la mente superficial, la que siempre está pensando en los huevos del gallo, la que vive de los recuerdos o anhelando cosas del futuro que quizás nunca pasen, la que reacciona a los mensajes de los sentidos clasificando como buenos o malos. Luego está el ego. Ese demonio interno que es el YO, el que quiere poseer y para el que nada es suficiente. Si logra lo que quiere, el ego se siente orgulloso y poderoso, pero sino, se frustra y se deprime.

Mateoyoga

En general, nuestras vidas están gobernadas por estos dos actores. Así es como normalmente nos despertamos y deambulamos por el día, sin saber por qué tenemos impulsos de antojos de comida, mal genios en la oficina, ofuscación con el tráfico, pasión por el sexo, apegos con las posesiones materiales y deseos en general. Con el cuerpo cansado vamos a reposar nuestra cabeza y pensamientos en la almohada y seguimos en el mismo hipnotismo el día siguiente.

Sin embargo, hay un tercer actor que aparece de vez en cuando: la inteligencia. Esta es la que puede discriminar. Ella es la que hace las preguntas de fondo. Aunque a veces le paramos bolas, casi siempre seguimos de amores con el ego y la mente. Poseer y disfrutar de los placeres de la vida no es negativo, lo que es nocivo es la obsesión con la cual nuestro ego y mente nos dominan.

5:50 a.m.

Llevo 45 minutos acá sentado, ya me duelen las piernas y siento como si me estuvieran clavando alfileres en las rodillas. ¿Y ahora qué hago? ¿Será que me muevo? ¿Será que es el ego que no quiere más dolor y se quiere parar? ¿Pero por qué la inteligencia no dice nada? Lo único que pienso es que se me van a quebrar las patas del dolor. ¿Es eso inteligencia o ego?

Pues que gane el ego, me voy a mover porque no aguanto más. ¡Qué dolor!

6:30 a.m.

El profesor de yoga, todo vestido de blanco, parece un ángel impecable sentado sobre la tarima al frente del salón. Fuera de eso se dobla como un caucho y es más estricto que un militar.

¡Qué tiesura! Apenas pasando los 30 y ya no me puedo ni agachar. ¿Que me monte el pie sobre el cuello? ¿que doble la espalda hacia atrás y me toque los talones? ¿que suba el pie derecho al muslo izquierdo y con la mano derecha la pase por detrás de la espalda y coja el dedo gordo del pie derecho, me empine, levantando la mano izquierda y sin caerme? ¿que parado en la cabeza suba las piernas, luego las doble y me toque la parte trasera del cráneo con las plantas de los pies? ¿que me arrodille, doble la espalda hacia atrás, agarre los pies con las manos y los hale para que mi coronilla toque la punta de los dedos gordos? ¿que le chupe qué?

El sudor escurre por mi cuerpo. Me caen ríos de sudor por los brazos, las piernas, la cara, la espalda y el pecho. Parece que acabara de zambullirme en una ceremonia de purificación en el Ganges… me voy a deshidratar. ¿Qué es esto tan salvaje?…..¡¡¡Auxilio!!!

8 a.m.

Ya se acabó la tortura. Estoy con ropa seca y con un hambre bestial. En el primer día este arroz con leche me pareció un castigo, pero hoy le doy gracias al señor… cocinero por traérmelo a la mesa. Lo paso con té en leche azucarada y trato de disfrutar uno a uno los bocados porque son contados. Nada de pan o arepa, o huevos revueltos, o queso y mermelada, o chocolate con pandebono, o recalentado, o tamal. Nada, sólo este arroz caliente todos los días.

9 a.m.

En este Ashram ya no hay un gurú, pero la biblioteca está llena de cientos de ellos. Me estoy leyendo uno en particular que no sólo explica el enfoque espiritual del yoga, sino todos los demás sacrificios que se deben hacer para aquietar la mente.

Para lograrlo, el autor instruye en ser austeros en el cuerpo, la mente y el habla. Estos tres aspectos continuamente perturban la mente y nos esclavizan. Comer poco, sin sal, ajo ni picantes porque te excitan, no tener posesiones para no apegarse, no tomar alcohol o disfrutar de ninguna droga, dejar el sexo para no tener pasiones y no perder la energía vital, dejar de leer novelas, ver televisión e ir a cine para no perturbar la mente, hablar poco o hacer voto de silencio para no continuar alimentándola con pensamientos, rezar y entonar cánticos devocionales para purificarla.

Ahora sí que estoy jodido. Fuera de levantarme temprano, quebrarme las piernas meditando y sudar del dolor en yoga, tengo que dejar de comer fino, cortar con el vino, dejar la pichadita, dejar de hablar paja que es lo único que sé hacer bien, dejar de leer y dedicarme a rezar rosarios todo el día. No hermanito, a iluminarse en otra vida….

Luego de veinte días de la misma rutina…

Sólo como arroz con lentejas bajas en sal, pepino y curris que me tienen la lengua amarilla. Se me olvidó a qué sabe el vino, hablo poco, no tengo ninguna novela para leer, no rezo rosarios pero todos los días medito y cada vez descubro la profundidad de mi interior.

Al hacer yoga ya no sudo tanto. Logro contorsionarme un poco más y al sostener cada posición por largos segundos entro en unos pequeños trances de concentración profunda y conciencia de mi cuerpo. Durante el día soy consciente de cada paso que doy, de mi descontrolada mente, y poco a poco, como si estuviera caminando por una cuerda floja, logro balancear el cuerpo, la mente y el alma.

Sé que estoy lejos, pero ya di el primer paso. Al igual que al escalar una montaña, cada paso va a exigir disciplina y sacrificio, pero tengo el presentimiento de que al final podré ver todo el valle con claridad. Podré superar los límites impuestos por la cárcel de los sentidos y la mente, levantar el velo de la ignorancia y descubrir quién soy.

Por ahora, solo será andar. Sin expectativas, ni deseos. Sin frustraciones ni apegos, sólo andar por andar.

Mateo de los Ríos

MateodelosriosEn el transcurso de los años Mateo de los Ríos se ha dado cuenta de que cada paso que ha dado ha sido parte de una búsqueda. Pasó por universidades y lo instruyeron para pensar como muchos piensan en la sociedad. Aunque a ratos trata de liberarse de tanto peso, no siempre lo logra. Actualmente su vida es una mezcla de razón, corazón y conciencia