Betty Aguirre [cuentos]

por Betty Aguirre

Relatos

  1. La mujer reloj
  2. Grata

La mujer reloj

Son las cinco de la tarde. Lo sé porque Mercedes lo repite una y otra vez para que lo escuchen todos. No grita, no levanta la voz. Va de arriba a abajo por la casa dando la hora. Esa es su particular manera de llamarnos para tomar el café con pan fresco. Luego va presurosa hasta la cocina, en donde todo está en perfecto orden: tazas con sus platos y cucharas respectivas. Canastos de pan y jarritas con leche. Los demás salimos de nuestros rincones como una fila de hormigas; llevados por el aroma del café nos dirigimos al comedor.

Así lo hace todo, con la hora y los minutos. Es como si fuera un reloj viviente, como si hubiera nacido para ordenar el tiempo. En las mañanas, cuando nos despierta, no dice “buenos días” o “¡arriba!”. Va por la casa repitiendo “son las seis y media, son las seis y media, son las seis y media”. Lo más extraño es que no tiene reloj y el único reloj es uno de pared que está en el salón, al cual casi nadie entra. Los pequeños lo tenemos prohibido y si uno de nosotros viola esta ley se nos castiga con un buen azote.

— El salón no es para los niños, es para los invitados — repite y repite.

Al mediodía Mercedes alza la vista al cielo y busca el sol. La he visto hacerlo tantas veces que ya puedo imitarla. Entonces empieza de nuevo su caminar por la casa, va de patio en patio y de cuarto en cuarto.

— Son las doce, son las doce, son las doce. No grita, no levanta la voz.

Nuevamente las hormigas se encaminan al almuerzo.

Esta mañana llegó del mercado con las otras empleadas. Todas sudorosas y cansadas después de varias horas negociando las verduras, las frutas y la carne en ese mercado lodoso que huele a col. Después de descargarlo todo fueron hasta el tanque de agua para refrescarse. Entonces la vi subirse sobre unos ladrillos cerca del muro que da a la casa vecina, espiar con cuidado a través de un agujero y dirigirse a las demás con un “son casi las once”. Todas regresaron a sus labores y yo busqué algo en qué subirme y mirar lo que ella miraba. Los ladrillos no me sirvieron. Tomé un banquillo de la casita de la huerta. De puntillas logré llegar hasta el agujero y espiar. Vi a mi padre terminar de atarse la corbata y despedirse de la vecina con un beso en la boca. Varios besos.

Bajé del banquillo a toda prisa y lo regresé a la casita de la huerta. Corrí hasta el primer patio a esperarlo. Sabía que en tres minutos llegaría para levantarme en el aire y darme un beso. Varios besos. Al verlo atravesar el portón, Mercedes y yo dijimos con calma y sin alzar la voz:
— Son las once, son las once.

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Grata

A veces uno se marcha de uno mismo

Se quitó los guantes muy despacio, desenroscó la bufanda de su cuello y la depositó junto a la cartera sobre la mesita gris. Se miró en el espejo y se vio pálida y cansada, con esas ojeras que cada vez eran más oscuras. No dormía mucho en general, su vida era una vida de trabajo e insomnio. Los domingos, cuando podía tomar una siesta después del almuerzo, prefería quedarse en el balcón fumando un cigarrillo y mirando a los niños jugar en el área comunal. Se quitó las botas y se desplomó en el sofá. Cerró los ojos y sintió que el sueño la alcanzaba; la noche anterior se la había pasado en vela.

Lo había llevado bien el día entero. En el trabajo habló poco y nadie le preguntó cómo se sentía. Además no había ni tiempo ni lugar para hablar. Los pocos minutos de almuerzo o descanso eran suficientes para comer un bocadillo e ir al baño. Ahora en su departamento podía pensar mejor en la llamada telefónica a la medianoche que la dejó sin sueño. Y no tanto por la magnitud de la noticia; sabía que aquello pasaría de un momento al otro. Pero la dejó despierta pensando en el posible viaje, en el funeral y en el pueblo. Le parecía todo tan lejano y ya casi inexistente. Habían pasado ya muchos años y se había convencido de que ella ya no existía para nadie en aquel lugar.

Con un gran esfuerzo se levantó, se preparó un té y prendió el televisor. Las noticias no decían nada interesante. A veces se hablaba de guerras, de muertes, de la pobreza, de la gente famosa, pero nunca se hablaba de su país, peor aún de su pueblo. Quizás nadie más que ella y sus habitantes sabían que existía ese puñado de casas ajadas y olvidadas por el tiempo.

— De un pueblo que no tiene más que unas pocas casas, una pequeña capilla, un galpón que hace de escuela, ¿qué se puede decir? — balbució.

Tampoco había un periódico donde publicar un obituario. Aunque le dijeron que desde hace poco se había instalado una estación de radio en un pueblo cercano y que en ella se podría anunciar el funeral y la misa.

Le dijeron también que ellos podrían pagar por una misa de honras, el ataúd y el nicho. Que cuando llegara, podría cancelar ese dinero. O, a su vez, que podría enviar ese dinero a primera hora de la mañana antes del viaje, ya que en el otro pueblo había una agencia de envíos. Ella no sabía mucho de estas cosas, nunca envió dinero, ni averiguó de los avances del pueblo; tampoco enviaba cartas ni las recibía.

Repasó su vida en el pueblo. No se marchó para sacar a la familia de la miseria, ni por un futuro mejor. Tampoco hizo la promesa ni el sacrificio que consistía en romperse el lomo por unos diez años, trabajando dos o tres jornadas y casi sin dormir para ahorrar y volver. Como los otros, ella no envió dinero para construir la casita para la madre, o para educar a los hermanos pequeños y traer a los más grandes pagando una fortuna a los coyotes. No, ella no hizo nada de eso, ella solo se marchó un día sin saber bien cómo iba a cruzar al otro lado. Una madrugada, en puntillas y con muy poco se fue del pueblo así sin más; sin avisar, sin planear, sin la misa de bendición ni los consejos de la madre. Sin nada.

Subió al autobús y cuando ya estaba muy lejos, cuando el paisaje adquirió otros colores, entendió que se había ido de ella misma, de esa vida que no era más que trabajar de sol a sol desde muy pequeña, con apenas algo que comer. Se había marchado de sus pies sin zapatos, de sus días sin escuela, sin juegos y sin amigos. Había huido de las palizas diarias de su madre y de los abusos de los hombres que iban y venían por la casa. Se había alejado de aquel lugar agreste de caminos de polvo, donde la única abundancia era el licor; de un pueblo donde lo único que despertaba interés eran las muertes, los nacimientos y una que otra boda. Ni su ausencia importó mucho.

Pero sobre todo, había huido de su madre y de sus manos callosas y castigadoras. Huyó de su boca profunda que escupía palabras punzantes que la atravesaban y arrojaban a un oscuro abismo del que salía días después para volver a caer en él nuevamente. Y finalmente, huyó de las burlas, de la indiferencia, de la falta de abrazos y palabras cariñosas, de un pueblo que sabía de su infame vida y que sin embargo nunca la rescató; de ellos también huyó.

Bebió el té y fumó un cigarrillo mientras trataba de organizar algunas ideas sobre todo aquello, que en realidad era muy poco. Ella no tuvo hermanos a quienes traer al norte, ni intenciones de volver un día, ni tampoco gratitud. Apagó el televisor, se metió en la cama y apagó la luz de la lámpara. — Que la metan en un hueco y le echen tierra — pensó y se durmió.

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‘Sudarios’: Documento de muerte, conmemoración de vida.

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Érika Diettes retrata la huella de la violencia en los rostros de los sobrevivientes.

Por Christian Padilla

NOTA DEL EDITOR: Las fotos incluidas en esta colección forman parte de una muestra de 20 fotografías impresas en lienzo titulada “Sudarios”. Las fotografías han sido exhibidas en museos y centros culturales en Latinoamérica y Estados Unidos.

Un rostro siempre refleja en sus rasgos lo que su voz quiere ocultar. La expresión de un gesto puede ser inconsciente, pero de la voluntad de callar sólo es dueño el que posee el secreto.

En ese sentido un retrato podría ser más diciente que un testimonio, especialmente cuando lo que se calla nos protege de escuchar lo agresivo de un relato y crear en nuestra mente las imágenes más escalofriantes. El lenguaje del silencio se hace acá más elocuente.

En sus últimos trabajos, Érika Diettes inició un grupo de retratos que partían de sus series anteriores: testigos de asesinatos y masacres en poblaciones atacadas por la violencia de grupos armados. Mientras la artista captura la imagen, los personajes confiesan los traumas vividos. La cámara es obturada en el momento más álgido de sus narraciones; las historias más macabras e irreales que una persona podría vivir (y sobrevivir para contar) ponen de manifiesto que el descanso de los muertos es una dicha de la que los sobrevivientes no gozan.

La imagen perdurará para siempre en el recuerdo de los vivos, como un incesante regreso al momento más doloroso. Esas huellas permanecerán en sus rostros como cicatrices, delatándolos en esa melancolía que les queda grabada. Sobrevivir es cargar con un peso de por vida, una tortura cada día; tal vez sean bienaventurados los que se van sin guardar esos recuerdos.

Los retratados parecen desnudarse para la artista, de manera literal y figurada. Abren
su corazón para compartir el duelo, contando las masacres que sucedieron ante sus ojos, cuando vieron por última vez con vida a sus seres queridos. También su piel está expuesta, mostrándonos sin vergüenza su humanidad como un ser anónimo, como cualquier otro que cuenta su historia más triste sin pena de haberla vivido así.

Cuando estas fotografías (que evocan a la muerte sutilmente) se fijan a la tela, la remembranza a, y semejanza con, las reliquias cristianas es instantánea. En ellas se perpetuaban los últimos gestos de los mártires, como un retrato póstumo que aún guardaba el último suspiro. Las telas se impregnan del llanto, de la sangre y del sudor, dejando en ellas una imagen final que perdura en el lienzo como documento de la muerte y conmemoración de su vida.

Diettes busca con estos retratos darle espacio de duelo al sobreviviente, sin olvidar al difunto. La artista se interna en los pueblos afectados y entabla diálogos con los sobrevivientes, conversaciones que rememoran eventos de violencia en los cuales se han asesinado a personas cercanas. Los viajes se repiten constantemente y el diálogo frecuente da paso a un proceso de sanación para los sobrevivientes a la vez que sus testimonios reconstruyen la memoria colectiva de una sociedad.

Escuchar sus historias y recordar esos mártires es ayudar en su entierro. Las telas nos sugieren una solemnidad y respeto que no podrían ser reflejados en una imagen fotográfica enmarcada en la pared, tal vez porque los dolientes, al ser retratados sobre un sudario, se identifican con la agonía de Cristo. Sus ojos capturaron el último instante de vida de alguien, y el lienzo conserva en esa mirada el recuerdo y el presente. Se trata de una imagen donde muerte y vida, ilusión y desesperanza quedan registradas ante el lente de una artista que ha venido plasmando en su obra una reflexión en torno a la muerte en Colombia y el lugar que ocupa el hombre y la mujer que tiene que sobrevivirla.

Christian Padilla es un historiador de arte.

Érika Diettes

Erika DiettesÉrika Diettes es una artista visual que trabaja y reside en Bogotá. Su obra ha privilegiado la fotografía, explorando las problemáticas de la memoria, el dolor, la ausencia y la muerte. Su producción fotográfica y ensayística ha sido publicada en varios libros, periódicos y revistas. Asimismo, su obra está representada en importantes colecciones públicas y privadas, y se ha expuesto en museos y centros culturales en Colombia, Chile, Argentina, México y Estados Unidos. Las fotografías de Diettes se han expuesto también en otros espacios relacionados con procesos de memoria desarrollados por diferentes movimientos de víctimas en Colombia.
El sitio web de la artista es erikadiettes.com

‘Coure’: Grafiti y el pulso de la ciudad

La calle es el lienzo de la artista argentina Carolina Favale “Cuore”.

por Betty Aguirre-Maier
Entremares Magazine

Muro tras muro, la artista de grafiti Carolina Favale “Cuore” va transformando la faz de Buenos Aires. Sus intervenciones con aerosol le dan vida a paredes desgastadas que parecen reclamar formas, colores y nuevos lenguajes. Los murales de esta porteña no han pasado desapercibidos y hoy forman parte del paisaje urbano. En una entrevista por email, Cuore habla con Entremares Magazine sobre el arte callejero que abre espacios para mundos y seres fantásticos en medio del bullicio de la ciudad.

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Entremares Magazine (EM): ¿Quién es Cuore?
Carolina Favale “Cuore”: Mi nombre es Carolina Favale, Cuore es el seudónimo con el que pinto en la calle. Significa corazón en italiano y lo elegí porque me parece que es un nombre sencillo, que tiene pregnancia y que habla bastante de lo que hago. En todo lo que se hace con el “Cuore” hay sinceridad, determinación, convicción y compromiso.

EM: ¿De dónde vienes?
CUORE: Nací en Boulogne, Buenos Aires, Argentina.

EM: ¿Pintas murales o haces graffiti?, ¿Cuál es la diferencia?
CUORE: La verdad es que no sabría muy bien cómo definirlo. Generalmente, el concepto de mural se asocia a la producción de imágenes y el de grafiti a las letras y a la cultura hip-hop. Cuando salgo, digo que voy a pintar. Pero creo que la palabra que más se acota es intervención, porque se trata de ir y apropiarse del espacio público, y no tanto de la técnica en sí. Podés usar aerosol, esténcil o cualquier herramienta y medio en una misma pared. La intervención abarca todas las técnicas, pero la fuerza de lo que hago no está ahí sino en la acción. Intervenir también habla de la posibilidad de incluir al otro: puede hacerlo cualquiera. Si bien la acción es personal, no habla del oficio concreto que yo tengo, que es pintar.

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EM: ¿Cómo llegaste al grafiti?
CUORE: Estaba estudiando bellas artes y empecé a desarrollar mi práctica en la calle porque considero que es un medio para lograr que el arte visual sea más accesible.

Una de las grandes deudas que tiene el arte visual es que siempre fue más elitista que otras disciplinas como la música o la danza y encuentro en la calle un modo de apropiación distinto. Cuando pintás en la calle, se establecen otros códigos de interpelación que atravesás desde la vida cotidiana; un ámbito mucho más cercano a la gente. Esto genera que la relación con la obra sea más espontánea y sincera que en otros espacios, como las galerías y los museos. Por otro lado, se trata de transitar el espacio público, de apropiárselo y construir desde ahí otras realidades. En el espacio público, dejamos de ser sujetos individuales para ser sujetos colectivos. En la calle se cruzan, cristalizan y transforman distintas realidades. Cuando voy a pintar pienso en qué pasaría si las personas pudiesen comunicarse y estar en el espacio público desde donde realmente son. ¿Cuánta gente está haciendo cosas todo el tiempo pero tiene muchísimas dificultades o prejuicios para compartirlo? Yo me estoy exponiendo en la calle desde el lugar más auténtico y sincero que puedo hacerlo; comparto mi realidad desde lo que soy y no hay otra cosa. Creo que eso hace una diferencia y en la práctica subyace una profunda convicción y apuesta al cambio.

EM: ¿Es el grafiti un arte territorial?
CUORE: Creo que sí, pero este es un concepto que se aplica más a la construcción del grafiti y a la cultura hip-hop. Quienes pintan letras, pintan su seudónimo o el nombre de la crew a la que pertenecen y en muchos casos se generan rivalidades entre los distintos grupos. Está asociado a marcar un territorio porque se inició de esa manera y es parte de la identidad grafitera. Pero considero que detrás de eso, en la mayoría de los casos, sea desde un lugar consciente o no, está la necesidad de visibilizar determinadas cosas. Funciona como afirmación, como un llamado de atención: “acá estoy”, “esta es mi crew”.

EM: ¿Cuál es tu territorio?
CUORE: En cuanto a lo que a mí respecta, no le doy importancia y mi construcción o necesidad de salir a la calle surge desde otro lugar. No importa el lugar o la locación, sino que sea en el espacio público.

EM: ¿Qué nos puedes decir de la calle porteña?
CUORE: Creo que en Buenos Aires, a diferencia de muchos otros países, tenemos muchas cosas a favor. Si bien todavía es considerado ilegal, es muy fácil pintar. Se trata simplemente de establecer un acuerdo con los propietarios de las casas y en ese sentido tenemos el privilegio de darle continuidad a nuestros trabajos. Es decir, puedo pintar cinco días seguidos una pared, que no va a venir la policía a correrme. En otras ciudades del mundo está completamente penalizado y es muy difícil pintar. De cualquier manera, en Buenos Aires es relativamente nuevo, empezó hace 18 años aproximadamente y todavía falta para que la sociedad termine de aceptarlo y todavía hay mucha gente reticente.

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EM: Afirmas que tu meta es crear espacios atemporales y calmos. ¿Puedes elaborar?
CUORE: Sí, con esto me refiero a una cuestión estética principalmente. En las pinturas presento distintas situaciones entre personajes o elementos pero no hay referencias que den información específica sobre qué lugar es, de dónde son o en qué tiempo se desarrollan. Por lo general, son figuras solitarias dispuestas en espacios solitarios también, que no están invadidos por otras cosas. Creo que dentro de esta coyuntura y los tiempos vertiginosos en los que vivimos, necesitamos más calma, más silencio para reflexionar.

Me interesa en principio que aquellas personas que lo ven lo disfruten estéticamente y tengan ganas de contemplarlo. Trabajo sobre determinadas problemáticas, es decir, los mensajes surgen de una denuncia, de algo que considero que no funciona y lo que presento es la posible “solución”. Intento desplegar en imágenes reflexiones sobre cómo somos y las distintas maneras que elegimos para comunicarnos desde un lenguaje simbólico y metafórico, pero evito las referencias porque busco o aspiro alcanzar un lenguaje universal. Estos personajes o los elementos, por lo general, son alegorías o imágenes que representan otro concepto.

EM: ¿Cuál(es) es el lenguaje de tus murales? ¿A qué apuntan? ¿Qué comunican? ¿Qué dice la gente que pasa juntos a ellos?
CUORE: La gente por lo general se acerca desde un lugar muy sincero y disfruta de lo que hago. En seguida, comparten alguna interpretación y se animan a preguntar. Es curioso, porque un denominador común es que siempre preguntan sobre el significado. A lo que yo contesto: “Y usted, ¿qué piensa?”. Sea cual sea la respuesta, e indistintamente de si coincide o no con lo que yo me propuse, les digo que sí, que es eso. Porque lo válido es la interpretación y lo que cada persona identifica, siente y piensa a partir de esa imagen.

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EM: Si «las palabras no convencen», ¿qué avenidas nuevas de expresión ofrece el grafiti en contraposición y comparación con otras artes visuales?
CUORE: La diferencia fundamental está en el medio, por lo que explicaba anteriormente sobre el espacio público y la posibilidad de acceder sin intermediarios. Por la posibilidad de construir de manera colectiva y por el cruce de las distintas realidades. En la calle soy artista y soy persona también. En la galería soy solo artista porque lo que se ve es el resultado ya acabado. Nunca voy con una idea del todo cerrada porque dejo que los días que estoy trabajando y las distintas situaciones me atraviesen y aporten a la pintura y por ende también al resultado final. La gente es también parte de ese proceso y puede apropiarse de la obra, incluso desde el rechazo tapándola al día siguiente. Yo soy la persona que lo pinta, pero lo que pueda pasar con la pintura me excede y es entonces cuando una producción individual se transforma en una producción colectiva.

EM: ¿Cuál es el futuro del grafiti y el de Cuore?
CUORE: Considero que el grafiti es un movimiento que se está expandiendo y creciendo cada vez más en todo el mundo, no solo en Buenos Aires. Tal vez esta percepción sea un poco ambiciosa, pero creo que de alguna manera está pasando algo que no tiene precedentes en la historia del arte y es el hecho de que se está constituyendo internacionalmente como un movimiento sólido y legitimado, ya no responde únicamente a una situación coyuntural específica de un país o una ciudad. El arte visual finalmente está tomando las calles, está con la gente.

En cuanto a mí, de momento, me interesa seguir pintando y mejorar en cada pintada. El resto, se verá.

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Cocoa Roots: ‘Música para tu conciencia’

La banda ecuatoriana siembra semillas de paz a ritmo de calle. Escuche su primer disco aquí.

por Suan Pineda
Entremares Magazine

Cocoa Roots tiene una misión: sembrar paz. Parece una propuesta ambiciosa, pero este grupo ecuatoriano que fusiona el reggae, el hip-hop y los ritmos andinos hace de la música con conciencia una propuesta refrescante y alcanzable. Los esfuerzos de la banda ya están rindiendo frutos: han lanzado su primer disco “Semillas” (que puede escuchar en Entremares Magazine o descargar gratuitamente en www.cocoa-roots.com), el video del sencillo “Mi barrio” ha ganado difusión en MTV Hits, y han colaborado con músicos en España y Latinoamérica. Integrado por Mauro Durasno, Mijael Proaño, Edison Cuases, Alexis Proaño y Elder Cuases, Cocoa Roots se inspira en la cotidianidad y aspira — como se refleja en sus letras — a un mundo de igualdad y paz. En una conversación por email, el integrante de la banda Alexis Proaño conversa con Entremares Magazine acerca de la visión y proyección de Cocoa Roots.

Cocoa Roots banda

Cocoa Roots: “Semillas”

Escuche el primer disco de Cocoa Roots, «Semillas», aquí.
Si desea descargar el álbum completo y conocer más acerca de la banda ecuatoriana, visite www.cocoa-roots.com.

  1. Somos [audio:http://entremaresmagazine.com/audio/cocoa/01Somos.mp3]
  2. Pa la calle [audio:http://entremaresmagazine.com/audio/cocoa/02Pa_la_calle.mp3]
  3. Volver a ser niño  [audio:http://entremaresmagazine.com/audio/cocoa/03Volver_a_ser_nino.mp3]
  4. Vive reggae feat Jah Nattoh  [audio:http://entremaresmagazine.com/audio/cocoa/04Vive_reggae.mp3]
  5. Mi barrio [audio:http://entremaresmagazine.com/audio/cocoa/05Mi_Barrio.mp3]
  6. Trip_ando [audio:http://entremaresmagazine.com/audio/cocoa/06Trip_ando.mp3]
  7. Realidad [audio:http://entremaresmagazine.com/audio/cocoa/07Realidad.mp3]
  8. Levántate [audio:http://entremaresmagazine.com/audio/cocoa/08Levantate.mp3]
  9. Oye [audio:http://entremaresmagazine.com/audio/cocoa/09Oye.mp3]
  10. Semillas [audio:http://entremaresmagazine.com/audio/cocoa/10Semillas.mp3]
  11. Sin dejar de ser quien soy [audio:http://entremaresmagazine.com/audio/cocoa/11Sin_dejar_de_ser_quien_soy.mp3]
  12. Vida ilegal [audio:http://entremaresmagazine.com/audio/cocoa/12Vida_ilegal.mp3]

Entremares Magazine (EM): ¿Quién/qué es Cocoa Roots? ¿De dónde viene el nombre del grupo?
COCOA ROOTS: Somos una agrupación musical nacida en Quito, Ecuador, que a través de la fusión de géneros (reggae, rap, dancehall) y de sus líricas (temática de conciencia social) pretendemos rescatar los derechos, principios y valores, además de los instrumentos andinos propios de nuestra región para aportar … a este mundo … falto de respeto, tolerancia y sobre todo de conciencia y amor. De ahí se deriva el nombre Cocoa Roots. Somos las raíces, somos lo autóctono, lo propio, pero con una visión del mundo muy amplia y crítica; es por eso que hemos utilizado una palabra en inglés para llegar a más gente, a más naciones.

EM: ¿Qué los inspira?
COCOA ROOTS: Nos inspira Dios, nuestra familia, nuestra madre Tierra, la naturaleza en general, luchamos y creemos en la verdad, la libertad, el respeto, la tolerancia, los derechos humanos, y sobre todo el amor y la ayuda al prójimo. También nos motiva escribir y componer [sobre] fenómenos y problemas sociales que acontecen en nuestro país, en toda Latinoamérica y [en el] mundo, como son la pobreza, el abuso policial, la discriminación, el trabajo infantil, la mendicidad, la prostitución, la violencia, la inseguridad.

Y es por eso que cansados de ver tanta desigualdad, tanta injusticia, tanta corrupción nos hemos unido para que por medio de nuestra música podamos dar un mensaje: siempre se puede ser mejor, sí se puede ser bueno.

EM: La música de Cocoa Roots fusiona entre otros ritmos el reggae, el hip-hop y la música andina. ¿Existe un común denominador entre estos géneros? ¿Qué aporta cada uno de estos géneros a la identidad y propósito de Cocoa Roots?
COCOA ROOTS: Reggae: conciencia. Hip-hop: protesta. Andina: rescate. Los tres expresan sentimientos y vivencias. La filosofía y los orígenes que tiene esta música con energía de protesta… busca consolidar criterios para llegar con consejos claros y precisos a la sociedad. Los tres géneros nacieron de la lucha y resistencia y se mantienen como una voz, un grito de protesta por la libertad, por la expresión, por rescatar y resaltar lo nuestro, por un mejor mañana, por un mundo educado, feliz y en paz.

EM: ¿Qué papel tiene la calle en la música y el arte de Cocoa Roots?
COCOA ROOTS: La calle es muy importante porque ahí se desarrolla la vida, de ahí tomamos las vivencias, la calle es nuestra inspiración, la calle recopila nuestros pasos, es fiel testigo de nuestros buenos y malos momentos, y esto comprende todos los estratos sociales, todas las personas en general han pasado, pasan y pasarán por una calle.

EM: En su single «Mi barrio» existe una corriente de mensaje social. En general, ¿cuál es el mensaje de Cocoa Roots?
COCOA ROOTS: En “Mi barrio” y en todos los temas buscamos dar un mensaje directo y claro a la sociedad, criticando pero a la vez ofreciendo posibles soluciones para resolver inconvenientes personales, grupales, y que a la vez se convierten en [problemáticas] mundiales, y ayudar a rescatar al núcleo de la sociedad: la familia. Nuestra música es gratis, es libre, y transmite energía positiva para levantar el ánimo, la autoestima, [para] mejorar y recuperar los valores que poco a poco por diferentes cuestiones hemos perdido.

EM: Se formaron en el 2007. En estos seis años de existencia, ¿existe alguna anécdota que destella en su memoria?
COCOA ROOTS: Estamos convencidos de que todos y cada uno de los instantes que nos brinda la vida son importantes, tanto los buenos por la risa y la satisfacción que ésta nos brinda al estar bien, el sentirse bien, el pasar bien, sea solo, con la banda, con la familia, pero también los malos momentos porque nos ayudan a superar y vencer obstáculos, para ser más fuertes, para aprender y ya no volver a incurrir en el mismo error, para ser mejores.