Troy Henriksen – Un americano en París

La obra pictórica de Henriksen devela sus raíces y una cultura que dialoga desde los símbolos, los iconos, la lengua misma.

por Betty Aguirre-Maier
Entremares Magazine

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El arte de Troy Henriksen encontró su lugar en París hace 15 años. Como cualquier otro artista que llega a la Ciudad de la Luz, cargado de una paleta, colores y muy poco en el bolsillo, Henriksen pintó en la calle, las esquinas y a orillas del río Sena, inspirado siempre por la vida misma, los sucesos diarios, el 9/11, la guerra en Irak.
La historia de vida de Henriksen no es una historia común. Después de dejar la escuela a los 15 años, de dedicarse a pescador, del tumulto de las drogas y la depresión, Henriksen se desplazó al mundo del arte. Así y allí descubrió Francia.

En 1998 compró un boleto a París — sin retorno. Allí fue descubierto por Eric Landau, dueño de Galerie W, localizada en el bohemio barrio de Montmartre. De la mano de Landau, Henriksen se dio a conocer en los círculos parisinos.

El arte de Henriksen podría ser calificado como neo expresionista, apegado a la corriente del Bad Painting de los años 70, que buscaba distanciarse del arte convencional. No es extraño que al mirar las obras de Henriksen por primera vez, nos venga a la memoria las pinturas de Jean-Michel Basquiat. Sin embargo, Henriksen ha construido su propio estilo: optimista e ingenuo, profundo y contestatario, repleto de realidades, recuerdos, alegorías y sobre todo, color. Colores brillantes que denotan su pasión por la vida y el arte, su propia manera de interpretar lo ordinario, lo cotidiano, la ciudad, la gente y sus relaciones.

Muchas de sus pinturas develan sus raíces y su cultura; una cultura que dialoga desde los símbolos, los iconos, la lengua misma. Lo oscuro, trágico o violento, Henriksen lo embellece con luz y color, y un lenguaje poblado de acertijos, deconstruido, personal y no tan personal, inscrito en la memoria colectiva.

Por ejemplo, Marilyn Monroe, el icono y símbolo sexual de una época, es reapropiado para inscribir sobre ella los deseos y fantasías de varias generaciones, otorgando a su imagen, intimidad y cercanía. También, podríamos recrearnos en otra obra tomada de La Venus del Espejo, de Diego Velázquez, que Henriksen ha llamado simplemente Venus. Color, collage, graffiti, símbolos pop, alegorías, todo un juego que sorprende por su aparente ingenuidad pero que en realidad postula la reapropiación de lo clásico, lo canónico, para traducirlo a un espacio más dinámico y contemporáneo.

Otras obras como las de los beisboleros o comics, nos revelan la espontaneidad de Henriksen, absorta de cualquier rigidez en el tema o en el trazo. Obras que muestran optimismo, sarcasmo, humor, pasión y a la vez, la rendición del artista a una ciudad que lo adoptó y le abrió las puertas, pero sin haber renunciado a sus raíces: un americano en París.

Troy HTroy Henriksen (Massachusetts 1968). Pintor y músico, reside en París. Hijo de inmigrantes noruegos, a los 15 años se convirtió en pescador y trabajó junto a su padre, capitán de barco, por varios años. A los 27 se inició en el arte como autodidacta. Desde entonces, desde Boston hasta su llegada a París en 1998 no ha dejado de pintar. Ha expuesto en los Estados Unidos, Francia, Inglaterra, Alemania, Luxemburgo, Holanda e Inglaterra. Es artista permanente de la Galleria W en París. http://www.galeriew.com/