Un barco trashumante

En su primer aniversario, Entremares Magazine se deleita en su desubicación.

“Le navire, c’est l’hétérotopie par excellence.
Dans les civilisations sans bateau,
les rêves se tarissent…”

– Michel Foucault

por Suan Pineda
Entremares Magazine

Michel Foucault, en su adelantado y sucinto ensayo “Des espaces autres,” describe una realidad ahora cotidiana — mundana, si se quiere — de espacios contrarios y contestatarios, de espacios donde la hasta entonces evasiva utopía se materializa. Hoy, ese espacio abstracto y nebuloso que describió el filósofo francés hace casi medio siglo y que ilustró con la imagen del barco tiene su máximo exponente y ejemplo óptimo en Internet.

Es en Internet — ese “lugar” donde estás pero no estás, ese mundo en que se puede forjar un espacio paralelo y en que se visualiza y experimenta materialmente la fragmentación del ser — donde Entremares Magazine echó ancla hace un año para navegar el turbio tema de la desubicación.

Como muchos otros proyectos, y de una manera casi cliché, Entremares nace de una conversación entre amigos en un café. Desplazados de distintas partes del mundo, los que conformamos el equipo de la revista nos hermanamos por una inquietud latente: todos nos sentimos fuera de lugar.

Nos han desplazado el amor, el espejismo de un sueño, la necesidad económica, la violencia. Cada lugar y cada espacio representa una oportunidad y una carga: si bien cada desplazamiento abre posibilidades de conocimiento, también cada dislocación conlleva un proceso de redefinición en relación al espacio que ocupamos. Años de itinerancia nos han llevado a los “desubicados” de Entremares a crearnos un espacio alternativo que se ha convertido, como lo califica acertadamente la co-fundadora de la revista Lina Peralta Casas, en “una forma de experimentar el mundo”.

Así, nos embarcamos en la exploración de un tema personal y socialmente urgente en tiempos en que los fenómenos de la inmigración, la horadación del concepto de nación y la alienación tachan y matizan nuestras experiencias. Somos migrantes, andantes, trashumantes, dislocados, exiliados, desubicados. Frente a esto, nos preguntamos ¿qué significa el sentido de lugar?

Durante este año nos hemos aproximado a algunas respuestas — aunque dudamos de la existencia de una definitiva — y más que nada nos hemos dado cuenta de que no estamos tan solos en nuestra desubicación y que, gracias al trabajo de nuestros colaboradores, el sentido de lugar o el no-lugar posee iteraciones que no nos habíamos proyectado explorar al iniciar Entremares.

En esta edición del primer aniversario de la revista, el tema del espacio (su creación, su contestación y los desplazamientos dentro de él) emerge con fuerza: desde sus tonos políticos hasta sus manipulaciones artísticas. En su ensayo sobre la reforma de inmigración en Estados Unidos, la periodista Eileen Truax pone de relieve las incongruencias legislativas que intentan definir el lugar dentro de la demografía estadounidense y el destino de los inmigrantes sin papeles. Asimismo, en su proyecto fotográfico “Car poolers”, Alejandro Cartagena explora cómo las políticas y cambios económicos moldean el espacio urbano en Monterrey, México, y afectan la dinámica de vida de sus habitantes.

En el campo del arte, el juego con la dinámica de espacio produce propuestas artísticas innovadoras. Por un lado, el actor boliviano Cristian Mercado concibe al espacio escénico como el protagonista del teatro y afirma que es a partir de la ubicación del actor dentro del espacio teatral donde se barajan los significados. La orquesta de salsa La Sucursal S.A. ha encontrado nuevas avenidas en el quehacer salsero al transplantar este género latinoamericano al territorio europeo. La banda Radio Matuna, por su parte, le da voz a la experiencia afrocolombiana que ha ocupado un lugar poco visible en la historia oficial. Los pintores Catalina Carrasco y Jorge Porras Olmedo crean universos de fantasía que sirven de contraparte de o contestación al mundo y al espacio “reales”, mientras que el fotógrafo Manuel Tama Gianni recorre con sus imágenes (recabadas durante una vida de trabajo) el día a día en distintas localidades de la geografía ecuatoriana.

El espacio, en forma de un pueblo desolado o como lienzo de expectativas, es el protagonista tácito en muchas de las obras presentadas en este número. En el corto “Cotá” de los cineastas Jaime Terreros y Cristian Maldonado, por ejemplo, las facetas del vacío emotivo adquieren forma y textura en el vacío espacial de una casa sola, un pueblo desierto habitado por el único protagonista del filme. El crítico de arte Robert Max Steenkist, por otro lado, realiza una incisiva apreciación de la obra de la artista bogotana Juana Anzellini al examinar la geografía del retrato, con sus retos y límites, y el espacio de la pintura en una era de excesos visuales.

Todas estas entregas son intentos, con el peligro de simplificarlos demasiado, por redefinir y construir nuevos espacios que acomoden la diversidad y especificidad de experiencias que son muchas veces excluidas o marginalizadas por un paradigma o sistema convencional.

Estas entregas, además, representan el deseo más pragmático de Entremares: abrir un espacio para autores y personajes que merecen una segunda mirada a su trabajo, como cuenta nuestra compañera Solange Rodríguez Pappe, y seguir dando apertura a indagaciones que no encuentran cabida en los medios de exposición mainstream.

En su totalidad como proyecto y desde el nivel más personal, Entremares sirve como punto de conciliación entre los “yos” escindidos por nuestros múltiples desplazamientos. Nuestro editor Efrén Herrera, quien ha recorrido la geografía estadounidense y canadiense en busca de la estabilidad y seguridad que la violencia en Colombia le negó, lo expresa punzantemente: “Entremares ha sido, más que un punto para mi desubicación, un punto de encuentro entre lo que soy y lo que fui y de lo que quizá pueda seguir siendo algún día: un periodista. Pero los caminos que distingo en la penumbra tienden a llevarme hacia lugares más de supervivencia que hacia un destino con un plan de vida, hacia un mundo de desubicados”.

Entremares no pretende ser la materialización de una utopía, de ese lugar donde nuestras búsquedas encuentran su resolución. Este proyecto, como el barco Foucaultiano en los mares del ciberespacio, es simplemente el espacio donde nosotros, los “desubicados”, podemos indagar, especular, postular y, por qué no, soñar.