Ojos de Perro

Un cuento de la escritora ecuatoriana Julia Rendón.

por Julia Rendón

En los ojos de los perros se refleja el Universo. Todo lo que observan se queda ahí plasmado. Cuando un perro te mira, te puedes ver a ti mismo y a los objetos a tu alrededor desde otro ángulo.

Esa mujer tenía ojos de perro. Fijos, mirando a la cámara que la había enfocado; sorprendida como si aquel aparato de luz fuera a robarle del vientre ese hijo que estaba creciendo. Acerqué la foto para ver si la reconocía, me era imposible. Ignacio aparecía detrás, sin saber que la foto estaba siendo tomada.

Reconocí el lugar. Era en la hacienda del padre de Ignacio. Cuando teníamos 17, íbamos con los compañeros a quedarnos a dormir allá por lo menos uno o dos fines de semana en el mes. Cantábamos frente a la fogata, tomábamos Trópico Seco con jugo de naranja y limón, y una vez que estábamos bien borrachos, nos adentrábamos en los bosques de la hacienda y dormíamos donde cayéramos. Lo que pasaba en los bosques nunca se contaba al día siguiente. Los colegios mixtos siempre traían peligros y, aunque éramos pocos, alguna terminaba embarazada y a veces ni se sabía de quién.

Lo de Ignacio y yo duró, a pesar de que también estuve con Clemente, uno de sus mejores amigos, y con Ale. Igual, el plan con Ignacio fue siempre casarnos, no creo que por amor. Si soy sincera, no estaba ni estoy enamorada de él, pero en la vida siempre hay que dar pasos y el siguiente que nos tocaba era ése.

Para cuando nos graduamos, su papá había ya vendido la hacienda. No se justificaba tener semejante terreno para que un par de chicos de secundaria saciaran sus deseos y desataran su adolescencia. Lo más triste de venderla fue dejar de ver a los empleados, sobre todo a María. Ella había trabajado en esas tierras por más de cuarenta años. Tuvo quince hijos: diez mujeres y cinco hombres. Siempre estaba pariendo por ahí, justo afuera de la hacienda, en la lomita de Pusucú. Yo nunca la vi pero decían que se ponía en cuclillas, se tomaba el agua de zapote y los hijos le salían como jabón.

La de la foto podía ser una de las hijas. Pero no, no creo. No se parecía a ella. María tenía agallas, eso se notaba. Ésta era tan inocente, estaba como perdida, como si hubiese pertenecido a otra hacienda y no a ésta. Es increíble cómo la gente que trabaja en la tierra parece ser una extensión de la misma, como si fueran otra rama de uno de los tantos árboles, o parte de las hojas, o una de las piedritas de los lagos. Inclusive se los siente en la hierba; el color de su piel se empieza a parecer al suelo sudado.

Definitivamente ella venía de otra hacienda. Pero, ¿qué hacía allí?, tan desubicada y sola. De no ser por Ignacio detrás, con cara retozona, se la vería abandonada, un ser totalmente aislado y con esos ojos de perro. Realmente no recuerdo haberla visto nunca. Y fui bastantes veces a la hacienda.

Su panza era enorme. Imaginé que justo después de la foto se puso a dar a luz ahí mismo, al lado de Ignacio, quien ni siquiera estuvo cuando yo di a luz a nuestros hijos. Decidí que le iba a preguntar si él se acordaba de quién era esa mujer, pero Nacho es tan distraído que probablemente ni notó que dejó esa foto en el libro de las cuentas de la casa. Hay gente que ni piensa en lo que hace cuando anda por la vida. Ni siquiera pensó en que yo me la encontraría, en que me preguntaría quién era esa mujer, en que mil ideas cruzarían por mi cabeza. Él nunca piensa en nada.

Resolví que sería mejor guardar la foto de vuelta en el libro de cuentas. Quién sabe si por una vez en su vida Nacho la puso ahí a propósito. ¿Me querría enviar un mensaje? Nosotros nunca hablamos las cosas claras y directas.

La mujer, no sé, no se me ocurre quién podrá ser. Seguro sólo buscaba una loma para ponerse en cuclillas y parir. Pero antes, se vio sorprendida por la foto.

Julia Rendón

FotoJu2es escritora y artista plástica ecuatoriana. Luego de cursar estudios en su país viajó a Boston para seguir la carrera de comunicaciones. Vivió y trabajó en Nueva York hasta el 2006 cuando decide volver a Ecuador. En el 2008 se mudó a Buenos Aires donde realizó un posgrado en arte y cursó la especialización en escritura narrativa en Casa de Letras. Ha trabajado como colaboradora en diferentes publicaciones latinoamericanas y varias de sus narraciones han sido publicadas en revistas literarias argentinas y ecuatorianas, así como en periódicos de Nueva York. Acaba de terminar su primer volumen de relatos cortos que espera publicar este año. Participó en un sinnúmero de exposiciones artísticas colectivas e individuales. Actualmente vive en Quito. Se puede encontrar novedades sobre su producción en su website: www.juliarendon.com y su Twitter: @julierendon.