David Róbinson: De declaraciones y de raros

El escritor panameño presenta reflexiones a pulso y ritmo de calle.

Autodenominado filósofo descalzo, el escritor panameño David Róbinson presenta en esta selección de escritos cortos una serie de reflexiones a pulso y ritmo de calle. Una mezcla de sensibilidad callejera, de epifanías de esquina y de un lenguaje popular que por su sencillez y desenfado puede pasar por banal y mundano, estos bocetos emanan un humor punzante y una profundidad desconcertante en su estado inconcluso; es la vida vista a través de los ojos de un hombre común quien escaquea las elucubraciones para observar y entender su entorno como individuo panameño y universal. Es así que, como buen hombre de pueblo, a Róbinson, cuyos poemas y cuentos han sido publicados en diarios, revistas, antologías y libros, le queda una aspiración por cumplir: ver sus poemas escritos en grafiti en la pared de un baño.

~ Entremares Magazine

 

Declaración a mis 52 años

por David Róbinson

“A esta edad ya no tengo que demostrar nada. Estoy en paz con la vida. Esa es la libertad”.

— Tomás Segovia

 Llegué a la edad del mazo de barajas. 52 años. Hace cuarenta, al recibir el certificado de educación primaria, esa cantidad de años me era imposible computarla. Un año era una eternidad. Pero arribé a los 52. Se pasaron volando, aún recuerdo los lodazales que tenía que cruzar para ir a la escuela; sobre los zapatos puestos me calzaba cartuchos plásticos. Así de abundante era el lodo.

Llegué a los 52 años. Y pienso que me gané el derecho de dar declaraciones. Después de decirle a mi abuela “ tío Pipo pum, pum” el 9 de enero de 1964 (el día en que los gringos lo asesinaron), de ser evacuado de la ciudad por mi tío Julio en octubre de 1968 (me puso en la cara una toalla empapada con vinagre y aún así sentí los gases lacrimógenos del golpe de estado), después de haber soportado todos los puñetazos de los abusivos del barrio y el colegio, de gritar consignas en la Plaza 5 de Mayo en septiembre de 1977 mientras esperábamos a Omar y a los tratados del canal, de lanzar piedras contra la guardia, de graduarme tarde de la universidad, de ser testigo del Viernes Negro de 1987 y de la Invasión de 1989, después de conocer el amor y salirle huyendo, luego de que el amor me conociera y saliera huyendo, de comprender que en la vida no hay muchas cosas que entender y hay mucho que vivir.

Después de haber hecho todas las tonterías que he hecho, sí, sí me he ganado el derecho a hacer una declaración:

Me declaro pendejo; con tanto practicante del juega vivo, ser un bribón no tiene nada de original.

Me declaro fracasado; hay tal cantidad de triunfadores infelices caminando por las calles de esta infeliz ciudad, que al verlos sólo puedo pensar que, en realidad, el supuesto éxito es un castigo.

Me declaro innecesario; no soy mercancía convertida en necesaria por la tele.

Y, por último y por sobre todo, me declaro anormal, inadaptado, loco; parece que la gracia de ser normal es caminar uniformado y en manada para hostigar al raro.

Llegué a los 52 años vivo, feliz y despierto. ¿Acaso no basta?

El acoso al raro

“Un hombre libre es más puro que el diamante”.

— Manuel Scorza

Al raro no le importa la riqueza y el poder tanto como la libertad de pensar y sentir, de tomar la actitud que le plazca. Al raro no le importa la fama y el prestigio tanto como el ser creativo y tener una obra que dé la cara por él, es más, lo irrita la gente que lo halaga sin conocer sus ejecutorias. Al raro no le importa el ser comprendido y amado, le importa más ser él mismo; al fin y al cabo, asume su condición de raro.

Al raro, al verdadero raro, al raro convencido, al raro que ya es un raro sabio, no le importa el rechazo de los normales. Pero, para llegar a ese estado de serenidad, pagó el precio. El rechazo le dolió, aún tiene las cicatrices en el alma. Porque lo más normal de los normales es la crueldad. Un deporte normal es el normal hostigamiento a los raros. Así que si un raro sabio declara que le importan muy poco los normales y sus condenas, es porque ese raro sabio ya los enfrentó y sobrevivió a sus ataques.

Los normales dicen que el raro sabio es un arrogante, es que para ellos todo raro que deja de escucharlos, que deja de sufrir con sus palabras, es un arrogante.

¿Cuándo comenzó la persecución? ¿Cuándo a los normales se les hizo insoportable la presencia de los raros? Y lo peor. ¿Cuándo a los normales se les hizo insoportable la ausencia de los raros? Todo raro que deja de escucharlos es un ausente.

Sería terrible concluir que para ser normal, hay que cubrir una cuota de acoso a los raros. Pero, ¿no es eso lo que indican las evidencias? Sería terrible concluir que para ser normal, hay que impedir que los raros se alejen del dolor. Pero, ¿no es eso lo que indican las evidencias?

David C. Róbinson O.

David RóbinsonHeurístico. Escritor de ideas. Hacedor de palabras. Filósofo descalzo. Inoportunador con especialidad en amigos y alumnos. Y sobre todo: un hombre caradura y feliz. Premiado y mencionado en algunos concursos. Publicado en ciertos libros, antologías, revistas, diarios y desplegados. Biólogo sin cargo de conciencia (gusta de comer huevos de tortuga). Ocasionalmente, y cuando las circunstancia lo obligan, dicta talleres de creación literaria.

14 comentarios sobre “David Róbinson: De declaraciones y de raros”

  1. Me gustó mucho tu declaración, y me declaro igual que tu, fracasada (qué se gana cuando se gana? el verdadero éxito es ser libre y feliz), pendeja (aunque me timen cien veces, no engaño, no soporto a los «vivos») e innecesaria (pobre del consumismo si depende de mí, jeje). Además asocial y pasada de moda.

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