Ecos [carta del editor]

por Suan Pineda

En el número inaugural de Entremares, el miembro de nuestro equipo Efrén Herrera Quintín recordaba la última vez que vio a su padre hace más de una docena de años en el aeropuerto de Bogotá cuando partía hacia el exilio. Recordaba sus manos, arrugadas por la vida, agitándose a través de las ventanas del aeropuerto. Y acunaba la esperanza de volver a verlas, rodeando a sus hijos en un abrazo.

Unos días después de publicar la nota, el Sr. Ismael Herrera Ardila falleció.

Sin planearlo, esta edición de Entremares se ha convertido en el megáfono de las voces de quienes han partido y en la plataforma donde sus huellas siguen marcando el compás de nuestro camino.

Así, los poemas de Rex Webster (un camarada literario de nuestro editor Rudy Mesicek), las pinturas de María Lucía Casas (la mamá de nuestra colega Lina Peralta Casas) y todo el trabajo reunido en el segundo número de la revista son resultado de una especie de transposición y transmaterialización en las que los sonidos se transforman en papel, los gestos en pintura, la carne en carne.

A veces pienso que la muerte es simplemente un desplazamiento (una transformación de energía o un viaje, quizá; la interpretación de esta frase es abierta y flexible). Religión y filosofía aparte, mi posición es quizá sensiblera, elucubrada y esotérica, pero no encuentro otra plataforma para explicar lo que experimenté al leer los poemas de Rex, un escritor que dejó trazos profundos aunque efímeros y esporádicos. Cuando Rudy me platicó de estos poemas sueltos sin publicar, la curiosidad y quizá el morbo se apoderaron de mí. En las noches, después del trabajo, con una copa de vino me sentaba en el piso de mi apartamento con los poemas desparramados sobre mi regazo. Y leía, en voz alta, esos versos tan ajenos y tan lejanos. Los recité quizá más de una docena de veces para que mi lengua se acostumbrara a los retuerces entre sílabas, a que mi respiración se modulara al ritmo de las estrofas, a que mi consciencia avistara el mundo que creó Rex. Nunca lo conocí y no pretendo conocerlo después de leer sus escritos. Rex sigue siendo elusivo. Por momentos insular y hermético como el Vallejo de Trilce, Rex, según cuenta Rudy en la introducción a la colección de poemas, presenta una mezcla única entre lo familiar y lo extraño, entre el tierno asombro de la juventud y las cicatrices de una vida golpeada. Así, al escuchar sus palabras hacer eco entre las huecas paredes de mi apartamento, más de una década después de su muerte, empecé a sentir el cálido alivio de la familiaridad de una voz cuya intimidad es confundida por impermeabilidad.

Así, en esta edición de Entremares no pretendemos capturar momentos o rescatar hechos que simbolicen, engloben o encasillen el legado de los que ya no están. Sería una acción sofocante y limitante asignarles cómo deben ser percibidos o dónde deben ser ubicados. Sólo queremos dar pequeños vistazos de su paso y concederles el espacio y la libertad de estar y de continuar siendo en las obras que han producido. De la misma manera nos aproximamos a los demás trabajos publicados aquí: vemos el camino que han forjado el dramaturgo ecuatoriano Peky Andino y el escritor colombiano Jorge Eliécer Pardo en sus respectivos campos, los horizontes que exploran Alberto Sánchez Argüello, Gabriela Alemán y María Fernanda Ampuero en sus cuentos, o nuevos espacios de inquisición en Entremares con las secciones The Wanderer (una columna que explora el concepto del desplazamiento), Contrapunto (reseñas) y Correveidile (donde destacamos cosas, lugares, obras y demás que captan el interés de los “desubicados”).

In memoriam

María Lucía Casas
Ismael Herrera Ardila
Bernardino Marzo
Rex Webster

Estas voces tienen su espacio: en el fluido y difuso mundo cibernético, entre las paredes de un viejo apartamento, en la memoria de amigos e hijos.

A estas voces le hacemos eco.