Andando a Bogotá

por Lina Peralta Casas

De qué extraña manera Bogotá viene siendo mi ciudad. Sólo ahora, en el regreso, cinco años después, comprendo que sus calles son las calles que conozco, que su ritmo es un alegre movimiento en desorden que se deja explorar, es un incesante coordinarse con otros en un mundo en común del cual participo. Mi andar se adapta a sus calles, a sus parques, a sus múltiples espacios, a su naturaleza tropical.

Bogotá me moja a diario con su lluvia constante, me ahoga de humo y polución, me persigue pidiéndome limosna, me deja esperando en la mitad de un trancón. Pero también, y eso es precisamente lo que cuenta, acepta la huella de mis zapatos como un testimonio personal y redentor de mi identidad, me deja ser parte y participante, me permite reconocerme dentro de lo propio. Me enseña que su gente es mi gente, que su historia es mi historia, que sus heridas son mis raíces.

Hay algo que ahora descubro y es que los cuerpos de los hombres pertenecen a lugares, habitan espacios en los que reconocen su forma, identifican su huella en el espacio que curvan. Mi cuerpo había pertenecido siempre a Bogotá. Pero la ausencia prolongada también me ha ido cambiando, transformando mi forma de moverme y adaptarme a ese espacio. Y entonces surge el dilema, el eterno cuestionarme sobre mi lugar, el sentido del hogar y la pertenencia.

Capitolio Nacional – Barrio La Candelaria – Bogotá, Colombia
Soraya Hoyos

Ya no habito Bogotá, ya no quiero su miedo, su violencia, su opresión. Sé también que huyo y evado, que no pongo la cara, que me persuade la fantasía de un bienestar que esté más cerca de la mano. Me seduce aquello que el primer mundo tiene para ofrecer y que es tan difícil de encontrar en un país donde son más los problemas que las esperanzas, eso que es tan frágil y evasivo en una sociedad que se alimenta primero del odio. El miedo de los colombianos por los colombianos. El odio del hombre por el hombre.

Pero aún así la extraño y regreso. Ahora Bogotá me sabe a nostalgia. A Bogotá pertenezco, en sus espacios me reconozco, a mi gente la extraño. En Bogotá encuentro un sentimiento de alegría y satisfacción que solo puedo tener allí donde el otro que me mira es un otro que llega hasta mí; donde el otro que sonríe o llora o se queja o triunfa o fracasa, es un otro que me encuentra, que me reconoce y me salva.

202 comentarios sobre “Andando a Bogotá”

  1. Lina , una extraña emoción y un profundo sentido de admiración al repasar las ideas que estampas en este escrito ………logras evidenciarte y conmover ….

    Nubia

  2. Oh Lina,

    I miss you! I hope you are enjoying France. Perhaps someday you will return to Utah and feel that some part of you also belongs here.

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